Sucesivamente llamada Plaza Pública, de Alfonso XIII, Fermín Galán, Moreno Calvo, José Antonio y de la Constitución y siempre, en el habla popular. «Los Jardines».
En el padrón formado en 1631 a la compra de Dos Hermanas por el duque de Alcalá no figura ninguna plaza, aunque se alude a ella en la delimitación de finca que dan a la calle Real, lo que evidencia que esta era la vía principal del pueblo, a cuyas márgenes se originaría el núcleo matriz de Dos Hermanas, tal como hemos visto reiteradamente (ejemplo de El Cuervo, El Palmar de Troya, etc..). Ciertamente la plaza era el centro de la vida pública de Dos Hermanas en aquellas calendas. Tenemos incluso referencias de que en ella se celebraban fiestas de toros y cañas, tan populares para conmemorar acontecimientos importantes o festivos. Se instalaría un recinto efímero, en el que destacaba el palco de autoridades:
«El Concejo nazareno organizaba una serie de actos con motivo de la festividad de la patrona (Santa Ana), cuyos gastos eran abonados de sus arcas. Entre los actos organizados destaca la «fiesta de toros» que se celebraba en la plaza de la iglesia y a la que asistían los miembros del Concejo en un palco que para ello se habilita en el ángulo formado por las casas capitulares y la calle Real. Los oficiales del Concejo eran los únicos que podían presenciar la corrida desde el palco, salvo si algunos vecinos lo hubieran solicitado y el Concejo les hubiera concedido la correspondiente licencia.
«La celebración de la fiesta taurina se complementa con el exorno de la plaza, que se solía encomendar a algún miembro del Concejo. Tal es el caso de Francisco García, alguacil, a quien en el cabildo celebrado el 13 de julio de 1611 se le encargó la labor de exorno de la plaza, librar los toros, el montaje del tablado donde se sienta el Cabildo nazareno, guardar los toros y ayudar a encerrarlos en su momento.
«Junto a la fiesta de los toros, se organizaban «juegos de cañas, ministriles y trompetas» que eran traídos de Sevilla para lo cual se comisionaba a algún miembro del Concejo. En el Cabildo celebrado el 13 de julio de 1611 se le encomendó a Bartolomé de Brenes, Alcalde ordinario, la organización de las fiestas en honor de Santa Ana” (AMDH Libro 1º Cabildo de 13 de junio de 1611). («La Villa de Dos Hermanas en el siglo XVII»: ANTONIO LÓPEZ GUTIERREZ y PEDRO SANCHEZ NUÑEZ, Dos Hermanas, 1991, pág. 257).
En el Catastro de Ensenada (1760) se dice que «las Casas Capitulares están en la Plaza Pública desta dicha Villa, tienen doze varas de frente y seis de fondo: confrontan por una parte con las publicas carnezerias y por otra con la carzel». La Cárcel, a su vez, «está situada en la calle Real. Linda con las antezedentes por una parte y por otra con casas de Francisco Balera. Tienen veinte varas de frente y diez y seis de fondo». En cuanto a la «Carnezeria, se halla esta ofizina en la referida plaza confrontando con dichas casas capitulares por una parte y con casas de don Francisco Maestre por la otra. Tiene catorze varas de frente y veinte y quatro de fondo». (AMDH. Catastro de Ensenada, Libro 212, pág. 519 vto.). Es curioso, vistas estas descripciones, que de las tres fincas, la de las Casas Capitulares es la más pequeña con diferencia.
Fernán Caballero, en su obra «La Familia de Alvareda» (1º edición en Madrid, 1856), describe brevemente la Historia de Dos Hermanas -«Crónica popular» la denomina- y contiene esta gráfica visión del pueblo y de su plaza:
«El pueblo se compone de algunas calles anchas, formadas por casas de un solo piso, labradas en cansadas líneas rectas sin ser paralelas, que desembocan en una gran plaza arenisca extendida como una gran alfombra amarilla ante una hermosa iglesia, que levanta su alta torre coronada de una cruz, como un soldado con su estandarte».
En la «Guía del Ferrocarril de Sevilla a Cádiz» (de Eduardo Antón Rodríguez, Sevilla, 1864. págs. 137 y ss.), al describirse Dos Hermanas, señala que tiene dos plazas y «una bonita iglesia parroquial, restaurada elegantemente adornada por los Sres. Goyeneta de Sevilla». Tras referirse a «las desiguales calles de este pueblo» señala que su estado «es bastante lastimoso: no solo están sin empedrar, sino que en su mayor parte ofrecen grave peligro al viajero que intente atravesarlas de noche, por hallarse llenas de barrancos y eminencias, que hacen absolutamente imposible su tránsito». Y tras describir el hallazgo de Santa Ana, dibuja así el aspecto de esta plaza:
«El cementerio de la villa está pegado a la iglesia, y hallándose ésta en la plaza mayor, aparece a los ojos del viajero un fenómeno raro por su originalidad y que pudiera pasar por un epigrama en los tiempos que alcanzamos: el cementerio en la plaza de la Constitución, o lo que es lo mismo, la Constitución en la fosa» (pág. 138-139).
Fuente: Libro Calles, Plazas, Campo… Dos Hermanas de Pedro Sánchez Núñez de 2004.
Entradas de la serie: Plaza de la Constitución (II), Plaza de la Constitución (III), Plaza de la Constitución (IV)