Indudablemente, la Hermandad del Santo Entierro es una de las más antiguas y de más rica historia de toda Dos Hermanas. Su papel a lo largo del devenir histórico de nuestra ciudad ha sido fundamental. Se la considera la segunda en antigüedad entre las penitenciales, inmediatamente después de Vera-Cruz. Efectivamente, lo más normal es que en cualquier población se fundara primero la segunda y luego el Santo Entierro o la Soledad, suele seguir la del Nazareno. En Dos Hermanas se trastoca este esquema, pues la siguiente es la Oración en el Huerto. Corre la absurda teoría de que la advocación de la Soledad fue anterior a la del Santo Entierro. Nada nos indica este hecho, y además es muestra de desconocer la Sicología religiosa de nuestros mayores presuponer esta descabellada preeminencia. Las primeras referencias sobre la corporación nos la sitúan a fines del siglo XVI, concretamente alrededor de 1596. Se basa esta apreciación en lo referido en un pleito suscitado tras un cabildo de elecciones destinado a elegir mayordomo y alcalde. Se celebró el 12 de Junio de 1616. Fue elegido para el primer cargo Antonio Gómez, el cual era tejedor de lienzos. Vivía con su esposa en la calle Alcoba. Francisco Acosta, procurador de la cofradía, manifestó con respecto a la cofradía del mayordomo que «an sido e fueron los fundadores della y siempre la an gouvernado por los bienes dellas». Esta aseveración relaciona a la mencionada familia con la fundación de la corporación, pero la frase fundamental que ha fijado los primeros datos de la cofradía en la ya mencionada fecha de 1596 es la pronunciada por Luis Mateos, viñero de 50 años, que dice: «desde que tal mayordomo que el a sido siempre desde que esta cofradía está en poder de gente de razón que abra algunos veinte años, porque de antes estaba en poder de muchachos». De nuevo, como en el caso de la dieciochesca Hermandad de la Oración en el Huerto, aparecen los muchachos como fundadores, o al menos los que la controlaron algún tiempo, de una Hermandad nazarena. Lo que parece ser por las declaraciones de testigos es que Antonio Gómez propició el auge de la corporación. Para el cargo de alcalde, ya mencionado, fue elegido Francisco López Albarrán. Fueron los Albarrán destacada familia del estado llano de la villa. Sebastián Ximénez Albarrán fue a principios del XVIII regidor perpetuo de la villa de Dos Hermanas. El alcalde de la cofradía se opuso al nombramiento del mayordomo alegando que ocupaba este cargo desde el 7 de agosto de 1605. En los tiempos de los que se habla, según Pedro Ximénez, alcalde de la cofradía de Nuestra Señora del Rosario, las imágenes de Jesús Resucitado, encargada por Antonio Gómez, y la Virgen se encontraban en casa de éste en la calle Alcoba. La Soledad tenía ricos vestidos y se estaba haciendo un manto para Ella. Este aserto ha llevado a suponer que en la calle Alcoba pudo encontrarse la luego desaparecida ermita de la Soledad, donde estuvo asentada esta cofradía. Ciertamente se ve altamente improbable. Lo más seguro es que esta ermita se encontrara cerca de las Cruces del Calvario, en los alrededores del almacén de las Cruces. Es costumbre que muchas cofradías, singularmente las del Santo Entierro, se asienten en las ermitas del calvario donde el pueblo acudía rezando el Vía-Crucis. Es el caso, por ejemplo, de Bornos (Cádiz). En el Norte es practica muy común, y en los Humilladeros o ermitas del Calvario residen con frecuencia en los pueblos pequeños la única cofradía, que suele ser la de la Vera-Cruz o una que en sus tiempos se llamó así. Es el caso, sin movernos de una pequeña zona de Cáceres y Salamanca, de Baños de Montemayor en la primera, o de Lagunilla, El Cerro o Puerto de Bejar en la segunda. Que la Hermandad de la Soledad acudiera en su procesión a este lugar cuando ya residía en la parroquia puede que aludiera a donde se encontraba su primitiva residencia. Parece muy difícil pensar que una villa de mediana importancia como Dos Hermanas no contara con una ermita en el sitio del Calvario, hoy lamentablemente desaparecido, y donde hasta este siglo todavía iba en la noche del Jueves Santo, la Hermandad del Santo Cristo de la Vera-Cruz. Sabemos que durante el siglo XVII la Hermandad de la Soledad se dedicaba a enterrar a sus hermanos. Era, por tanto, una cofradía de socorro como lo fueron hasta nuestros días la Pastora y el Rosario. A través de las cuentas del mayordomo Juan Sarmiento (1675-1676) se conoce que la corporación levantaba capilla en la Parroquia de Santa María Magdalena. En las visitas del templo se dice que la Soledad se encontraba en un altar en el lado del Evangelio. La primera de las visitas tuvo lugar en 1686. Lo cierto es que todavía en 1734 existía la ermita soleana, como se comprueba en un mandato de visita del arzobispo D. Luis Salcedo y Azcona, por la que se manda abrir un arco que comunicara la capilla de la Soledad de la parroquia con la ermita de Santa Ana. Para ello, la Virgen -que estaría más o menos donde hoy se encuentra la bajada a la capilla de nuestra patrona- sería trasladada a la ermita. La cuestión es sumamente complicada y esperamos dilucidarla en un futuro. Lo cierto es que se poseen numerosísimas noticias sobre el estado de la corporación durante la centuria dieciochesca. Hacía estación con frecuencia en los dos días en que los misterios a los que rendía culta lo exigían, el Viernes Santo y el Domingo de Resurrección. Cuando en 1724 se quiso fundar la cofradía de la Oración en el Huerto, la Soledad se opuso por considerar que en la villa no podían mantenerse más hermandades. No obstante, el informe del párroco fue favorable a su fundación. El apoyo del cura. D. Alonso José Ruiz. Alentó a la recién fundada cofradía y desbarató la alegación del Santo Entierro. También en el XVIII, concretamente el 1 de Abril de 1724, fueron aprobadas por el provisor del arzobispado, D. Antonio Fernándezdez Raxo, las nuevas reglas de la cofradía, en ellas se habla de la junta de gobierno, formada por los alcaldes, el mayordomo, el fiscal, el escribano y los oficiales. Estas primeras reglas constaban de 13 capítulos dedicados a la organización, administración, fiestas y obligaciones de la cofradía, cuyo título era el siguiente: «Hermandad de Nuestra Señora de La Soledad y Santo Entierro de Jesucristo». A raíz de estas Reglas se sabe que la Hermandad era una Cofradía de sangre y que efectuaba su salida el Viernes Santo a las tres de la tarde. Resulta curioso que el desfile de la cofradía venía señalado por el ronco sonar de la trompeta que por dos veces marcaba el inicio de la procesión y consiguientemente el inicio de la disciplina pública. Incluso a través de las Reglas se conoce la sanción impuesta a los hermanos que se azotaban antes de sonar la trompeta, consistía en una libra de cera. Con fecha de 6 de octubre de 1775 es la primera en la que se menciona el título de Santo Entierro de Cristo. Los cofrades de esta Hermandad estaban obligados a satisfacer ocho maravedíes cada domingo o fiesta que la iglesia celebrase. Con esta cantidad, la Hermandad se comprometía a enterrarles cristianamente, sufragando los gastos que pudieran ocasionar las exequias, incluidas las misas por su alma. Convirtiéndose, pues, aparte de Cofradía de sangre, en una Hermandad de Socorro con especial atención a las exequias funerarias y gastos de entierro, pórtico de la introducción de la previsión social de nuestra ciudad. Esta cofradía realizaba su estación de penitencia en la tarde del Viernes Santo, aunque no de forma continuada. En la década de los años 20 del siglo XX, antes de efectuar su salida procesional, la Hermandad realizaba la ceremonia del Descendimiento de la Cruz, que revestía un gran esplendor y emotividad. Tomaba parte una centuria romana y el pueblo en masa asistía a este acto de singular fervor Nazareno. Esta Hermandad ha sufrido varias reorganizaciones durante el siglo XX. hasta el punto de que en 1968 no había realizado la estación de penitencia mas de siete años seguidos, por unos problemas u otros, entre los que hay que incluir las inclemencias meteorológicas no se lo permitieron. Sin embargo, va a se esta fecha la que marque un cambio definitivo de auge y esplendor de la Hermandad que llega hasta nuestros días. En 1956 tuvo lugar la celebración del último Santo Entierro Grande celebrado en Dos Hermanas, en el que participaron las Hermandades de penitencia existentes en la entonces villa Nazarena a saber por este orden: Sagrada Entrada en Jerusalén, Cautivo, Oración en el Huerto, Veracruz, Gran Poder y Amargura. En la actualidad la Hermandad realiza una sobria estación de penitencia con un cortejo de nazarenos que brilla por su seriedad en la calle, en dicho cortejo desfila las personificaciones de la Fe, la Esperanza, la Caridad, las tres Marías y la Verónica una representación con estandarte y varas de cada una de las Hermandades de Penitencia de la Ciudad, así como la representación de las autoridades religiosas, civiles y militares, detrás del paso del Cristo Yacente procesiona un palio de respeto, en los últimos años la Corporación ha rescatado varios personajes casi desaparecidos en la Semana Santa de Dos Hermanas, como la figura del Muñidor o la de los Lacayos los cuales empezaron a desfilar en el año 1992.
Fuente: Dos Hermanas Cofrade